El Faro (2019): Locura en puro expresionismo alemán

La película El Faro (2019), dirigida por Robert Eggers y protagonizada por Willem Dafoe y Robert Pattinson, ha sido una de las propuestas cinematográficas más impactantes de los últimos años. El cine actual , muy carente de ideas y de nuevas propuestas, suele reaccionar (o sobre reaccionar) ante propuestas novedosas. Tal vez, este sea el caso de este film de terror psicológico, filmado en un claustrofóbico blanco y negro al más puro estilo del impresionismo alemán. Además, en formato cuadrado. Es una película enigmática, de atmósfera opresiva y simbolismo desbordante, pero estas son sus virtudes y también sus defectos.

El Faro sigue la historia de dos fareros, Thomas Wake (Willem Dafoe) y Ephraim Winslow (Robert Pattinson), quienes llegan a una remota isla para encargarse del mantenimiento de un faro a finales del S.XIX en Nueva Inglaterra. El planazo que tienen es increíble: dos semanas en una isla trabajando duro y sin ninguna distracción, y sin una conexión 5G. Lógicamente esto hace que la convivencia entre ambos se torna cada vez más tensa debido al carácter dominante de Wake y la creciente inestabilidad psicológica de Winslow. A medida que pasan los días, la paranoia, el alcohol y el aislamiento provocan una espiral de locura en la que la realidad y la fantasía se entremezclan. La luz del faro se convierte en una obsesión para Winslow, quien ansía acceder a ella, mientras que Wake lo mantiene alejado con celosa vigilancia. La historia desemboca en una serie de eventos surrealistas que culminan en la total destrucción de los protagonistas.

Sin duda, uno de los aspectos más importantes de El Faro es la actuación de sus protagonistas. Willem Dafoe ofrece una interpretación inolvidable como un farero experimentado y autoritario, mientras que Robert Pattinson brilla en su transformación de un joven reservado a un hombre consumido por la locura. La química entre ambos actores, llena de tensión y desesperación, es una de las grandes fortalezas de la película. Los diálogos arcaicos, basados en registros históricos de marineros y relatos de Herman Melville, refuerzan la autenticidad y el tono opresivo del film. El parecido con una obra de teatro es absoluta.

La decisión de Eggers de filmar en blanco y negro con una relación de aspecto cuadrada contribuye a la sensación de encierro y claustrofobia. Cada cuadro está compuesto con una meticulosidad que recuerda a la fotografía de principios del siglo XX, evocando las primeras películas de horror del expresionismo alemán. Además, el uso del sonido es fundamental para la atmósfera: el rugido constante del mar, el estridente bramido de la sirena del faro y los crujidos del viento refuerzan la sensación de aislamiento. La película produce un continuo desasosiego. La historia está cargada de simbolismo mitológico, especialmente relacionado con la figura de Prometeo y la mitología marina. Sin embargo, la falta de respuestas claras deja al espectador con cara de tonto, ya que la primera parte promete una historia de fantasía o similar y la segunda torna en una locura de los dos protagonistas. Para algunos espectadores, El Faro puede resultar difícil de seguir debido a su ritmo pausado. La repetición de ciertos eventos y la progresiva desintegración de la realidad hacen que el film se sienta como una experiencia hipnótica y en esto se queda, puro espectáculo onírico.

La película narra el proceso de locura humana por el aislamiento, al estilo de El Resplandor (1980) de Stanley Kubrick, así como con Nosferatu (1922) y el cine expresionista alemán por su uso de la luz y las sombras. Su narrativa también recuerda a los relatos de H.P. Lovecraft, especialmente por su atmósfera de horror cósmico y la sensación de que hay algo inefable y aterrador más allá de la comprensión humana.

El Faro es una película que desafía al espectador, exigiendo un compromiso total con su historia y estética. Sus actuaciones impecables, cinematografía hipnótica y narrativa enigmática la han convertido en una obra de culto para los amantes del cine experimental y psicológico. La película no deja de tener un importante lado pretencioso, pero es indudable su calidad estética. Cada uno tendrá su opinión, creo que es un film sobrevalorado, con sus virtudes estéticas, pero carente de una coherencia narrativa que desmerece todo el esfuerzo que se ha puesto en él. Tengo pendiente La Bruja, del mismo director, veremos que tal.

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