El principal objetivo del cine es entretener. Esa fue su función desde el mismo día que se estrenó la primera película de la historia y eso seguirá siendo su principal objetivo. La película de hoy cumple con ese objetivo, entretiene de principio a fin. Por desgracia, igual que se ve se olvida. Se trata de una película dirigida por Brad Anderson que es el director de la estupenda serie Fringe y de la interesante película de El Maquinista. El planteamiento es interesante, un policía por un accidente al perseguir a un delincuente va perdiendo poco a poco audición, esto lógicamente le influye en su trabajo. Su compañero, después de un tiempo se pasa a narcóticos y el continúa en homicidios. El compañero le pide un favor a el protagonista (el actor sueco Joel Kinnaman): que interprete por lenguaje de signos la declaración de una testigo de un homicidio (el de un traficante de drogas que ha sido asesinado). A partir de aquí, el espectador ya sabe lo que va a pasar y el protagonista, que para ser policía no es nada listo, no se entera de la trampa en la que le han metido. El guion hace goteras por todos los sitios y la parte final es menos creíble que un discurso de nuestros políticos. Pero la acción, que se desarrolla principalmente en el interior de un bloque de viviendas, está bien rodada y entretiene. Para pasar el rato sin más pretensiones.
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