El tiempo convirtió su historia en leyenda, y en el siglo XXI ese vínculo ha encontrado nuevas formas de expresarse. En 2011 se inauguró la Capilla de San Olav, un pequeño templo de inspiración vikinga levantado en las afueras del pueblo como homenaje a la princesa y a la figura de San Olav, patrón de Noruega. El edificio, de líneas sencillas y maderas cálidas, contrasta con la piedra castellana de la villa y simboliza la permanencia de este lazo histórico. También preside el paisaje una estatua donada por la ciudad noruega de Tønsberg, recordando que, aunque la historia de Kristina terminó en Castilla, su memoria sigue viva a orillas del fiordo que la vio nacer.
Hoy, Covarrubias ha hecho de ese pasado una herramienta para proyectarse al futuro. El legado de la princesa Kristina, sumado a la curiosidad que despierta este capítulo poco conocido de la historia europea, ha inspirado iniciativas culturales, hermanamientos y proyectos como la llamada Conexión Noruega. Más allá de su valor turístico, esta relación recuerda que la historia no se limita a batallas y reinos, sino que también se escribe con los viajes, sacrificios y ausencias de personas que, como Kristina, cruzaron mares y fronteras para cumplir destinos impuestos por la política de su tiempo. Covarrubias, con su colegiata y sus calles silenciosas, sigue siendo el escenario donde se entrelazan esas dos geografías distantes.
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