Cuando el destino de España se decidió en La Alcarria

Son numerosos los hechos históricos que marcan el destino de una nación y España -una de las naciones más antiguas de Europa- tiene muchos de estos hitos. Se podrían hablar de los más conocidos, la batalla de Lepanto, el descubrimiento de América, la primera vuelta al mundo, etc. Pero vamos a centrarnos en un pequeño pueblo de la provincia de Guadalajara, concretamente en la comarca de La Alcarria. Cuando el viajero discurre por la carretera CM-2005 desde la localidad de Brihuega en dirección hacia los municipios de Yela y Villaviciosa de Tajuña, se encuentra a mano derecha -un poco antes del cruce que baja hacia esta última localidad- un discreto monumento. Fue erigido en 1911 por la Diputación de Guadalajara y se encuentra dedicado a los héroes de Brihuega y Villaviciosa, los cuales durante la guerra de Sucesión -dos siglos atrás- habían dado la victoria definitiva a Felipe V. Este hecho, ocurrido el 9 de diciembre de 1710, permitió que la dinastía borbónica reinará en España, y que los restos de los Austrias pasarán a ser un recuerdo más de los libros de historia. ¿Qué hubiera pasado si los Habsburgo hubieran ganado? ¿sería España lo que es hoy? quién sabe, no merece la pena especular sobre agua pasada, la cual como es bien sabido ya no mueve molino. En todo caso, y en mi modesta opinión, el sistema autonómico actual se parece más a la España de los Austrias que a la España Borbónica.

Dejando de lado la historia, tan manida y manipulada hoy en día, merece la pena la visita a Villaviciosa de Tajuña, recomendable en cualquier época del año menos en verano, cuando hordas de urbanitas ataviados algunos de ellos con ropajes blancos -cual miembros de una secta- discurren aleatoriamente entre campos de lavanda intentando incrementar su hedonismo por medio de selfis. Para no contribuir a ese turismo insostenible, el viajero debe disfrutar de estos paisajes en calma y tranquilidad, saboreando las vistas, los olores y el cromatismo de La Alcarria, e intentando integrarse en el medio al que va y del que no deja de ser un forastero. En esta pequeña localidad -hoy apenas unos pocos vecinos- el viajero puede disfrutar de las ruinas del monasterio Jerónimo de San Blas, con su arco y torreón, de su fuente de cinco caños con lavadero, de su sencilla plaza -en otra época adornada por una vieja olma- pero no por ello menos bella. Al lado de la plaza, su iglesia de la Santa Cruz del S.XIII y a la entrada del pueblo, su picota. Tras el paso de la famosa Filomena -en este caso no era una bella alcarreña, más bien era una tormenta con malas pulgas- tomé estas fotos, espero que os gusten.







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