Palomares: fuente de vida

Al recorrer algunas partes de España uno no hace más que sobrecogerse ante tanto patrimonio en ruinas, ante tanta historia abandonada, ante tanta piedra abocada al olvido, ante lo que fue y ahora no es. Los paisajes castellanos, planicies cerealistas con sus pueblos erguidos en lontananza, son uno de los paisajes que el viajero se encontrará al recorrer nuestra España, paisaje que evoca pasados bulliciosos, cuando el trabajo y la vida en el campo requería mucha gente, que con su sudor y su sacrificio ayudaron a forjar la nación en la que hoy vivimos y a la que muchos, al igual que a su patrimonio, le han dado la espalada. Uno de los patrimonios culturales que recoge al mismo tiempo tradición, usos populares y belleza artística son los palomares. Al explicarle a cualquier viajero centroeuropeo la utilidad de estas construcciones, surge en su cara una expresión entre perplejidad y rareza ¿qué se comían las palomas? y es que en la mentalidad "woke" que nos domina, lo de comerse el "símbolo de la paz" parece una "barbarie". Nada más lejos de la realidad. Los palomares son (o casi mejor dicho eran) una forma de utilizar los recursos naturales de forma sostenible. Estas construcciones permitían obtener una fuente de proteínas (los pichones y los huevos de paloma) en épocas en la que la proteína no se obtenía en un supermercado con hastiada facilidad. También permitían obtener una fuente de fertilizante natural: el palomino o guano, sin tener que recurrir a costosos procesos de producción química de fertilizantes, con el consiguiente gasto de combustible, y la contaminación por nitrógeno y fósforo cuando se abusa de ellos. Por tanto, producción sostenible de proteínas y fertilizantes en estas "casas para palomas". Eran (o son?) construcciones robustas, cerradas al exterior para evitar las tentaciones de las alimañas, con muros concéntricos plagados de pequeños nichos -donde en lugar de muerte se albergaba vida- y con patio interior (a veces sin él). Los materiales sencillos, los que proporcionaba la tierra, y nunca mejor dicho ya que muchos se hacía de adobe con una lechada de cal exterior para protegerlos de la humedad. Durante la edad media eran auténticos tesoros, propiedad de nobles y monasterios, ya que les garantizaban a esos dos poderes unos buenos ingresos. Los ha habido en toda España, pero tal vez en Tierra de Campos sean un símbolo del paisaje.

durante la edad media eran auténticos tesoros, propiedad de nobles y monasterios

Hay que pensar que las palomas (la bravía y la zurita) podían tener varias puestas al año (hasta 3-4 si había suficiente alimento) con dos huevos en cada puesta. Los pichones, palomas jóvenes a las que se les cortaba alguna pluma para evitar que volarán y de esta forma ayudar a su engorde, eran una fuente importante de carne. Ahora, a ojos de los urbanitas ociosos, esto de cortar unas plumas a unos "seres sintientes" les sonará "a maltrato animal", tal vez el maltrato sea el abandono de nuestro patrimonio y tradiciones arrinconadas en una postmodernidad enfermiza. Además, la carne de pichón sí que está dentro de la modernidad actual, es baja en grasa, rica en vitaminas y su cría en estos sistemas no contribuye a generar gases de efecto invernadero. Todo un símbolo de sostenibilidad ambiental frente a algunas granjas intensivas que pululan cercanas a alguna de estas construcciones.

Os dejo algunas fotos de palomares, algunas en completa ruina y otras rescatadas por el esfuerzo de administraciones y particulares en su batalla -tal vez ya perdida o no- contra el olvido.

Berrueces (Valladolid)

Berrueces (Valladolid)

Otero de Sariegos (Zamora)
Otero de Sariegos (Zamora)

Otero de Sariegos (Zamora)
Otero de Sariegos (Zamora)


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