El caso del Embalse del Porma (León), pero podría ser cualquier otro....

El otro día visité el embalse del Porma, en la provincia de León. Cuando se encuentra cercano al 100% de su capacidad las vistas de la montaña leonesa son espectaculares, con el reflejo del Pico Susarón sobre las aguas del embalse, y si el año ha sido de nieve mejor aún. Si nos retrotraemos unas décadas en el tiempo, este valle estaba vivo. Con vivo quiero decir que tenía pueblos, pueblos con sus prados, sus costumbres, sus tradiciones, su río también vivo -es decir que fluía que no estaba quieto- y todas aquellas cosas -tanto buenas como malas- asociadas al mundo rural. Pero la suerte de estos pueblos -Vegamián, Campillo, Ferreras, Quintanilla, Armada, Lodares, Utrero y Camposolillo- cambió tras una decisión nefasta para ellos: la construcción del embalse del Porma, que tras la muerte de su constructor en 1994 se pasó a denominar oficialmente Embalse de Juan Benet. Este ingeniero y escritor diseñó y llevó a cabo la obra que permitió en 1968 cerrar un embalse con capacidad para unos 300 hm3 de agua y para regar unas 45.000 hectáreas. Esto supuso el desarrollo de territorios situados más al sur, pero también supuso la muerte de otros, exactamente igual que el ciclo de la vida. Otros pueblos resistieron -como fue el caso de Rucayo y Valdehuesa- pero con heridas muy graves, ya que quedaron mal comunicados a través de caminos que la Confederación de turno ni siquiera se dignó a asfaltar. Curiosamente, Juan Benet dedicó parte del tiempo que permaneció a pie de obra a escribir, y en sus novelas creó territorios ficticios inspirados en los mismo valles que inundó, curiosa paradoja...….




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