El Escenario Inicial: Un Nuevo Mundo y la Nostalgia Inglesa
Para comprender la magnitud de la invasión de conejos en Australia, debemos viajar en el tiempo hasta mediados del siglo XIX. Australia, una tierra vasta y con una biodiversidad única, había comenzado a transformarse bajo la influencia de los colonos europeos. La expansión de la ganadería ovina era una prioridad económica, y el paisaje australiano se adaptaba gradualmente a las necesidades de esta industria. En este contexto de cambios antropogénicos, donde grandes extensiones de tierra se dedicaban al pastoreo y se comenzaba a controlar a los depredadores nativos, la llegada de nuevas especies, intencionada o accidentalmente, podía tener consecuencias inesperadas. En este escenario, la figura de Thomas Austin, un colono inglés asentado en la región de Barwon Park, cerca de Geelong en Victoria, emerge como un actor clave. Imbuido de la tradición de la caza inglesa, Austin anhelaba la presencia de conejos en sus tierras para poder practicar su deporte favorito. Con esta intención en mente, solicitó a su familia en Inglaterra el envío de algunos ejemplares. El 6 de octubre de 1859, su hermano James embarcó en el navío Lightning un cargamento de 24 conejos, una mezcla de ejemplares silvestres capturados en los alrededores de la propiedad familiar en Baltonsborough, en el suroeste de Inglaterra, y algunos conejos domésticos que los aldeanos tenían en conejeras. Estos animales llegaron a Melbourne el día de Navidad de ese mismo año y fueron trasladados a la propiedad de Austin. Lo que Thomas Austin seguramente no imaginó fue que esta única introducción, aparentemente inofensiva, desencadenaría una de las invasiones biológicas más devastadoras de la historia.
Es importante destacar que esta no fue la primera vez que se introdujeron conejos en Australia. Los primeros conejos llegaron con la Primera Flota en 1788, cinco conejos domésticos traídos a Sydney. Durante las décadas siguientes, las translocaciones fueron frecuentes y se reportaron madrigueras por todo el país. Hacia 1870, los conejos domésticos eran comunes en los principales asentamientos costeros. Sin embargo, la gran mayoría de estas poblaciones iniciales no lograron establecerse en la naturaleza o no se propagaron más allá de sus áreas locales. La diferencia crucial radicó en la genética de los conejos introducidos por Austin. A diferencia de las introducciones anteriores, compuestas principalmente por animales domésticos, estos conejos tenían ascendencia silvestre. Esta ascendencia salvaje los hizo probablemente mejor adaptados al entorno natural australiano. Un estudio genético reciente respalda esta hipótesis, mostrando que la invasión a gran escala se originó a partir de una única introducción de estos conejos de origen mixto (silvestre y doméstico).La Plaga Gris: Impacto Ambiental y Económico Desolador
La proliferación de los conejos en Australia fue asombrosa. En tan solo tres años, los "conejos de Austin" se contaban por miles. En 1865, el propio Austin informó haber matado a 20.000 conejos en su propiedad, testificando la extraordinaria fecundidad de los conejos ingleses. Hacia 1906, los conejos habían cubierto miles de kilómetros, llegando a la costa oeste. Se estima que se expandieron a una velocidad de 100 km por año, colonizando en 50 años un área 13 veces mayor que su área de distribución nativa en la Península Ibérica, la tasa de colonización más rápida jamás registrada para un mamífero introducido. A principios del siglo XX, los conejos eran una característica omnipresente del paisaje australiano, descritos como una "manta gris" cubriendo la tierra. Este auge poblacional tuvo consecuencias ambientales y económicas devastadoras. Los conejos, al ser herbívoros voraces, compitieron directamente con la fauna nativa por los recursos alimenticios, afectando a numerosas especies de marsupiales y aves. Su constante pastoreo degradó la vegetación nativa, impidiendo la regeneración de bosques y pastizales, y contribuyendo a la erosión del suelo. Además, la alteración del hábitat por los conejos puso en peligro a numerosas especies de flora y fauna autóctonas.
El impacto económico también fue inmenso. Los conejos causaron daños significativos a la agricultura, devorando cultivos y pastos destinados al ganado, lo que llevó a muchos agricultores a abandonar sus propiedades. Se estima que el coste anual para la industria agrícola australiana asciende a 200 millones de dólares, una cifra 22 veces superior al impacto causado por los cerdos salvajes.
La historia de los conejos en Australia ilustra claramente el fenómeno del retraso en la invasión biológica. A pesar de múltiples introducciones durante más de 70 años, no fue hasta la llegada de los conejos de Austin que se desató la invasión a gran escala. Este patrón de introducciones iniciales que no prosperan seguidas de una expansión dramática tras una introducción específica se observó también en Nueva Zelanda y Tasmania, donde los conejos se convirtieron en plagas varias décadas después de su introducción inicial. En ambos lugares, al igual que en Australia, las primeras introducciones fueron probablemente de origen doméstico, pero la posterior llegada de conejos con ascendencia silvestre en la década de 1860 coincidió con el rápido aumento de sus poblaciones. Incluso se tiene constancia de que Thomas Austin proporcionó conejos a Nueva Zelanda entre 1864 y 1867.En definitiva, el movimiento de animales y plantas entre ecosistemas diferentes por parte del hombre puede desencadenar una catástrofe ecológica y económica. Lo mejor es dejar a cada especie en su sitio.
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